Laminas y Aceros

Corría el mes de diciembre del 2019, y mientras el resto del mundo disfrutaba de las fiestas navideñas y de fin de año; en Wuhan, China iniciaba un brote de virus que no se lograba identificar con los ya conocidos en el ámbito médico.

En un principio se consideró una neumonía atípica, sin embargo se presentaba con ciertas variantes aún no detectadas con anterioridad. Fiebres muy altas, debilidad en el cuerpo, tos seca y una sensación de asfixia eran tan solo algunos de los síntomas más relevantes de este nuevo contagio.

Se presentaron 2 elementos que hicieron encender las alarmas en la población de China. Por un lado, el alto índice de propagación y contagio; y por el otro el índice de mortalidad en creciente aumento.  

A principios del mes de enero del 2020, se encendieron los focos de alerta por estas  supuestas neumonías atípicas. Un grupo de científicos examinó la composición genética del virus y tras compartirla con grupos de investigación de todo el mundo se identificó un alto porcentaje de similitud de este virus con otros que provocan el "síndrome respiratorio agudo grave" (SARS, por sus siglas en inglés), una enfermedad respiratoria contagiosa que puede derivar en neumonía. A esos tipos de virus se les llamó coronavirus. Por su parte , la comunidad científica internacional estableció que este era un nuevo tipo de coronavirus. Pasó a nombrarse como "19" por el año en que se registraron los primeros casos. Al padecimiento derivado de su presencia en el organismo se le llamó enfermedad infecciosa por coronavirus 19 (COVID-19, por sus siglas en inglés). 

Lo que sucedió después de enero, ya es conocido por todo el mundo.  Ante una realidad en que las infecciones por el COVID-19 eran constantes,  en más de 100 países del mundo y las cifras de personas afectadas rebasaban las 100 mil, el 11 de marzo del 2020, la Organización Mundial de la Salud determinó que  vivíamos ante  una pandemia inminente.

La situación actual indica que el COVID-19 podría afectar a la economía mundial de tres maneras principales: alterar directamente en la producción, creando trastornos en la cadena de suministro y en el mercado, y por su impacto financiero en las empresas y los mercados financieros. Sin embargo, mucho depende de la reacción de las personas a la enfermedad. Dicha reacción puede o no permitir que la enfermedad se extienda más rápida y ampliamente, o podría crear costos innecesarios.

La producción china ya se ha visto sustancialmente afectada por el cierre de la provincia de Hubei y otras zonas de igual importancia. Algunos otros países también están empezando a sentir un impacto directo a medida que sus autoridades ponen en práctica medidas similares. La desaceleración de China tiene efectos en los exportadores a ese país.

La mayoría de las empresas manufactureras dependen de los insumos intermedios importados de China y otros países afectados por la enfermedad. Muchas empresas también dependen de las ventas en China para alcanzar sus objetivos financieros. La desaceleración de la actividad económica -y las restricciones de transporte en los países afectados probablemente repercutirá en la producción y la rentabilidad de determinadas empresas mundiales, en particular en el sector manufacturero y en las materias primas utilizadas en la fabricación. Por otro lado, es importante señalar que las empresas pequeñas y medianas pueden tener mayores dificultades para sobrevivir a esta situación. Las empresas vinculadas a los viajes y el turismo se enfrentan a pérdidas que probablemente no sean recuperables ni en los próximos años.  

El efecto general que provoca este virus en la economía global es perturbar la actividad comercial lo suficiente como para desacelerar considerablemente el crecimiento mundial. Las empresas que sean lo suficientemente ágiles para gestionar el cambio de proveedores y que tengan suficiente liquidez para sobrevivir a períodos de bajas ventas e ingresos serán los posibles sobrevivientes en este escenario sombrío.

Es una realidad que el aislamiento total como estrategia para detener los contagios es la más adecuada; sin embargo también es notable que esta medida es la que más está golpeando a la economía global.

Por el momento, es imposible poder cuantificar el impacto del COVID-19 frente a la economía mundial y la tasa de desempleo que se va a producir con este pandemia. Lo que como sociedad nos queda hacer es acatar las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud para frenar los posibles contagios, y hacer lo propio como ciudadanos.

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Fuente: El Universal