Al momento de iniciar una construcción es importante revisar el tipo de suelo y lugar donde se realizara dicho proyecto, con el fin de asegurarse que el área no tendrá efectos negativos a largo plazo. Realizar una limpieza del terreno, quitar raíces, hierba, basura, piedras grandes, entre otros aspectos ayudará a determinar si dicho espacio es viable.
Es por ello que debe realizar un estudio del suelo, para saber las condiciones reales sobre donde se colocaran los cimientos y columnas que es lo que al final tiene que tener una buena y mayor resistencia para poder cargar toda las estructuras como:
- Vigas o perfiles de acero.
- Columnas.
- Techo.
Los suelos pueden ser de:
Arena: Se sugiere para cimentaciones profundas con compactaciones previas, ya que la arena de grano grueso es sumamente estable con grava y la arena fina se vuelve inestable con la humedad creciente.
Grava: suelo con piedras redondas o pedazos compactos con rocas., adecuada para rellenos.
Limo: con granos escasamente visibles (polvo), inestable en la humedad.
Arcilla: Con partículas visibles, forma masas o terrenos duros, cuando esta seca es cohesiva al reducirse la humedad.
Cabe mencionar que los mejores terrenos para la construcción de una vivienda son aquellos que son cohesivos, duros y resistentes (suelos rocosos, granulares y arcillosos); los terrenos donde abundan las piedras son los más resistentes, ya que permitirá que la construcción se sustente mediante la cimentación más sencilla.
Por otra parte saber la altura del manto freático e incluso su evolución en los últimos años, es primordial debido a que nos permitirá comprender el comportamiento del terreno de nuestra edificación en temporadas lluviosas.
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Fuente: Manual de construcción