El principio de Dilbert, es una crítica a la forma en la que las compañías promocionan a los trabajadores a puestos directivos. Es una observación satírica acuñada por Scott Adams en la década de los 90 que afirma que los más incompetentes son las personas que suelen ascender a cargos directivos en una empresa. El motivo: limitar al máximo la cantidad de daño que son capaces de provocar en una organización.
Según esta teoría, un diseñador de software ineficiente sería ascendido a puestos directivos en un proyecto de tecnología para dejar a otros empleados más competentes trabajar de una forma mucho más tranquila. Sus funciones serían asistir a reuniones de gerencia poco trascendentes para el desarrollo de la actividad empresarial, mientras que el resto de los trabajadores podrían seguir trabajando en paz, lo que crearía un beneficio real para la compañía.
La teoría del principio de Dilbert se basa en otro concepto similar, pero que afirma exactamente lo contrario: el principio de incompetencia de Peter. Bajo esta premisa, las personas que realizan de forma correcta su trabajo son ascendidas, hasta que llega un punto en el que quedan estancadas por llegar a un puesto para el que son incompetentes.
El principio de Dilbert es una crítica al sistema de ascensos de las empresas y a la función de los cargos directivos. Realmente, responde al conocido como síndrome del escarabajo: cuando se realizan promociones, los gerentes tienden a promover la similitud, y ascienden a trabajadores más parecidos a ellos.
Por todo ello, las empresas no son eficientes, al menos en sus cargos más representativos, que son los que, al fin y al cabo, tienen que tomar decisiones estratégicas en las empresas. Y a pesar de que es una teoría que hace poco cumplió 30 años, está de plena actualidad, especialmente en un contexto como el actual, tan caracterizado por una transformación digital que exige perfiles cada vez más flexibles y adaptados a la nueva realidad.
A pesar de su éxito, el principio de Dilbert no ha estado exento de críticas en las últimas décadas. Cuando apareció por primera vez, los expertos de recursos humanos consideraron que no era más que una versión humorística de la jerarquía empresarial, sin mayor valor que lo llamativo de su planteamiento.
Con todo, no cabe duda de que el principio de Dilbert no ha dejado indiferente a nadie. Se convirtió en un golpe satírico en las prácticas de recursos humanos de las grandes corporaciones, y una lectura obligada en muchas clases de organización empresarial, aunque solo sea para alimentar este debate.
La popularidad de este tema radica precisamente en la fortaleza de su sátira. Sin este barniz humorístico es probable que esta teoría no se hubiese filtrado con tanta rapidez dentro del ámbito empresarial, y probablemente nadie le hubiese prestado la misma atención.
Para más información: Laminas y Aceros de Yucatán
Fuente: El Principio de Dilbert
Fuente: La Mente es Maravillosa