Todos los materiales de origen natural o artificial pueden dividirse en dos tipos de acuerdo a su capacidad para conducir electricidad. Por un lado, tenemos los llamados conductores, en los que podemos encontrar metales como cobre (Cu), plata (Ag) y oro (Au); los cuales permiten a los electrones circular libremente acarreando con ellos una carga eléctrica. Y por otro lado existen los aislantes, como la madera o el caucho que no permiten la circulación de corriente ni el flujo de electrones a través de ellos.
Pese a que los metales suelen ser buenos conductores, la energía cinética del flujo de electrones hace que los átomos del conductor vibren y choquen con éstos, generando un incremento de temperatura en el conductor lo que a su vez aumenta la resistividad eléctrica y por consiguiente se produce una pérdida de energía en forma de calor (pérdidas por efecto Joule). Esto en ocasiones no resulta nada práctico ni rentable, por esa razón muchos científicos han dedicado sus vidas al estudio del fenómeno de la superconductividad, los superconductores y cómo utilizarlos en pos de la humanidad.