En su estado natural, el acero no es hidrofóbico; de hecho, tiende a corroerse fácilmente si está en contacto con agua o humedad. Sin embargo, mediante tratamientos superficiales, es posible modificar la energía superficial del acero para hacerlo hidrofóbico o incluso superhidrofóbico.
Hay varias formas de convertir el acero en hidrofóbico:
Recubrimientos hidrofóbicos.
Aplicación de películas delgadas de materiales como teflón, óxidos metálicos (TiO₂, SiO₂), polímeros fluorados, ceras industriales, etc.
Sprays o recubrimientos líquidos hidrofóbicos que se aplican y curan sobre la superficie del acero.
Modificación de la rugosidad superficial a nivel nanométrico, lo cual imita estructuras como las hojas de loto (efecto loto).
Uso de plasma o láseres femtosegundo para esculpir microestructuras sobre la superficie del acero.
Combinación de tratamientos químicos + estructuración física, logrando superficies superhidrofóbicas duraderas.
Construcción: Fachadas auto-limpiantes, estructuras expuestas a climas extremos.
Transporte: Piezas de autos, trenes o aviones que deben resistir agua y suciedad.
Energía: Torres eólicas, intercambiadores de calor, sistemas solaresAlimentos y farmacéutica.
Alimentos y farmacéutica: Superficies de acero inoxidable que evitan acumulación de líquidos y bacterias.
Naval y offshore: Revestimientos anticorrosivos para estructuras en contacto con agua salada.
Tecnología: Componentes electrónicos o ópticos con protección contra humeda.
Reducción de corrosión.
Auto-limpieza (gracias al escurrimiento del agua y suciedad).
Mayor durabilidad.
Menor mantenimiento.
Mejora estética en aplicaciones arquitectónicas.
Costo: los recubrimientos avanzados pueden ser costosos.
Durabilidad: algunos tratamientos pueden desgastarse con el tiempo o abrasión.
Aplicación especializada: requiere equipo y procesos específicos (plasma, recubrimiento al vacío, etc.)
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