En Praga, se encuentra una casa familiar que ha pasado por varias transformaciones desde su origen en la década de 1930. Lo que comenzó como una construcción recreativa se convirtió en una vivienda permanente, pero con el tiempo su estructura perdió estabilidad. Por eso, los arquitectos tomaron una decisión clave: reforzarla con un corsé de acero.
Un nuevo soporte para una vieja estructura.
El techo original era muy delgado, apenas 15 cm, lo que representaba un gran problema. Finalmente, se decidió retirarlo por completo. Esto permitió resolver mejor la impermeabilización y rediseñar el segundo piso para cumplir con las necesidades del propietario. Además, se añadió una habitación en el espacio donde antes había una terraza.
El corsé de acero no sólo cumple una función técnica, también aporta carácter al diseño. Está formado por prismas soldados con perfiles en forma de L, organizados en un módulo de 1280 mm. Este patrón ayudó a conservar las aberturas originales del edificio.
El segundo piso se construyó con bloques de concreto liviano, que junto con la estructura metálica soportan la nueva losa de concreto del techo. Esta losa se convierte en una terraza, conectada al jardín mediante una escalera lateral integrada en la estructura de acero.
En el interior, los materiales se muestran tal cual: bloques y techo de hormigón a la vista. El mobiliario es sencillo y funcional, hecho con madera. Cada habitación tiene cortinas diseñadas con colores elegidos por los miembros de la familia, lo que aporta un toque personal.
Esta casa no es solo una vivienda; es una plataforma que cambiará con el tiempo. El corsé de acero servirá como soporte para plantas trepadoras, integrando la naturaleza en la arquitectura.
Fuentes: archdaily
Otras fuentes: Láminas y Aceros