¿Sabías qué? En la construcción de una casa promedio, se utilizan aproximadamente 12,000 clavos. Con este artículo te ayudaremos a entender la importancia de invertir en clavos de calidad, considerando su uso, diámetro, acabado y longitud.
Pero vayamos primero al origen: un clavo es resultado de un largo proceso que inicia con la exposición del hierro a temperaturas por encima de los 1000 °C. Esto con el fin de poder darle la forma alargada y cilíndrica. Ya frío, tenemos lo que se conoce como alambrón, materia prima para fabricar diversos materiales para la construcción.
Para el caso específico del clavo, es necesario pasar el alambrón por una máquina conocida como trefiladora, cuya función es adelgazar (trefilar) aún más el acero, hasta obtener el diámetro deseado para los clavos. Posteriormente, estas piezas son sometidas a otro proceso, en el que se les forma la cabeza y la punta. Por último, los clavos son pasados por tómbolas para quitar los restos de acero que hayan quedado adheridos.
Los clavos se clasifican, principalmente, según cuatro características: el material del que están hechos, la cabeza, el cuerpo o caña y la punta.
La longitud y el diámetro de los clavos determinarán la profundidad y el amarre a la madera o al concreto.
Como generalmente se emplea en la industria de la construcción, la longitud de los clavos también se mide en pulgadas; los más usuales están en un rango de 1’’ a 8’’, esta última es aproximadamente de 203.3 milímetros.
Si buscas un clavo para diferentes tipos de proyectos y en cualquier fase de obra, los ideales para carpintería son los de 1 - 1 ½ y el clavo 6/8.
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